sábado, 19 de julio de 2008

Cabrones y cascarrabias

Desde que tengo memoria me divierte mucho provocar el enojo de los cascarrabias. Ver como se les transforma el rostro, como les hierve la sangre, como se les crispan los nervios y se le erizan los pelos de la nuca. Y un segundo después empiezan a gritar con los ojos desorbitados (a cada momento mas fuerte) sin pensar ni razonar una sola de las palabras que están escupiendo. Cuanto mas putean, más me divierte. No hay nada mas divertido que un cabrón en pleno ejercicio del enojo.

En los años de infancia, hacer enojar a los cabrones fue uno de mis juegos preferidos. Y obviamente no estaba solo. L y El Tano disfrutaban igual que yo de los enojos ciegos de los vecinos necios.

Con L y El Tano teníamos una victima preferida. Alfredo se llamaba. Era un pobre jubilado, malhumorado y gruñón, y tenía unos pulmones que hubieran sido la envidia de Placido Domingo.

De todos los vecinos posibles, al pobre Alfredo le tocaron en suerte los peores. Tres demoños de 8 años con una usina de maldad casi inagotable.

Nuestro método para hacerlo enojar era muy sencillo. Consistía simplemente en tirar cualquier cosa que tuviéramos a mano al patio de Alfredo, que lindaba con el parque de la casa de L, y lo que teníamos a mano en ese parque gigante con árboles frutales y una pequeña huerta, eran muchas cosas y muy variadas. Todas iban a parar al patio de Alfredo. O al interior de la casa, si se le ocurría abrir las ventanas. Algunas veces escuchamos ruidos de vidrios rotos antes de los gritos.

Solo una vez se le ocurrió tocar el timbre en casa de L. El dialogo con J, el papá de L duro poco.

- J, hacé algo. Tu pibe y los otros dos me llenan el patio de porquerías! Me tiran limones, zapallitos, tomates, naran…

- Y, ponete una verdulería! -Interrumpió J y cerró la puerta.

Era tan divertido y tan fácil hacerlo enojar. Casi a diario, aunque no siempre a la misma hora, había lluvia de objetos. Como dije antes, lo que nos brindaba el jardín o la huerta servia. A veces algún que otro cascote también cruzaba al vuelo la medianera. De cuando en cuando, un simpático sorete seco de los perros de L. Llegamos a tirarle una cantidad importante de simples de vinilo que encontramos tirados en la esquina. Entre diciembre y los primeros días de enero, lo que mas nos gustaba para, literalmente, bombardear, eran unos divertidísimos limones con un petardo adosado con cinta adhesiva. Para mantener el ritmo del bombardeo, mientras El Tano iba pegando los explosivos a la fruta, L tomaba de la caja la bomba, la empuñaba con la derecha y desde atrás, este que escribe encendía el arma y decía un extraño e inexpresivo “VA” para que L efectúe el lanzamiento. Así, llovía en el patio de Alfredo un limón explosivo cada 10 segundos aproximadamente.

Con un cascoteo leve alcanzaba. Alfredo empezaba a gritar y refunfuñar y putear a grito pelado. Pero que empezara a gritar, no significaba que terminara la lluvia. Seguía a ritmo sostenido, hasta que se acabara la munición o nos cansáramos, lo que sucediera primero. Así fueron casi todas las tardes, durante dos, o tal vez tres años.

De todo aquello me quedan algunos interrogantes. ¿Por qué el viejo Alfredo nunca hizo una denuncia policial? Es un verdadero misterio equiparable al del triangulo de las bermudas.

¿Por qué nunca nadie nos dijo “che, no lo jodan mas al pobre viejo”? Sospecho que nuestros padres se divertían, aunque de forma silenciosa e inconfesable, de la misma manera que nosotros. Tal vez la mitad de los vecinos disfrutara del concierto del pobre desgraciado.

Una tarde, se nos terminó la munición acopiada (unos cuantos caquis caídos del árbol, en un magnifico estado de descomposición) y el griterío no había empezado. Fuimos en busca de más proyectiles. Una oleada de limones tampoco provocó ningún efecto. Entonces, desde la ventana, la mamá de L nos dio la noticia:

- Dejen de tirarle cosas. Esta mañana lo internaron en un neuropsiquiatrico.

Hace apenas un par de años nos pusimos a calcular que grado de responsabilidad teníamos por el hecho de que Alfredo hubiera pasado una temporadita en el hotel de los locos. Como no nos pusimos de acuerdo, la conclusión se sintetizó con dos palabras algo imprecisas: Un poco.

Seguramente, en esas vacaciones en el loquero encontró la tranquilidad que no tenia desde hacia tanto. No recuerdo bien cuanto tiempo estuvo ahí. Meses, tal vez más de un año. Un día lo vimos de nuevo por el barrio, pero ya no volvimos a molestarlo.

Entonces, una horda de pequeños demonios, que usaba pañales cuando esta historia comenzó, tomó la posta que L, El Tano y Yo dejamos libre. Y Alfredo no volvió a vivir en paz. Y el universo siguió en orden.

__________________________________

Dedicado a esos que están mas cerca del corazón. A esos con quienes aprendimos que es la amistad mientras aprendíamos a leer, a los de siempre, a los que están lejos, a los que ya no están, a esos viejos amigos que recién conozco, mi pueblog. A todos ellos, porque nada puede evitar que sean mis amigos.

17 bebieron de esta copa:

Flor dijo...

Me encantó tu relato, aunque imagino que al pobre viejo le rompia soberanamente las pelotas que tres pendejos le llenaran el jardín de basura. Aunque, por lo que contas, parece que alfredo no les agradaba a los padres tampoco, sino no los hubieran dejado continuar con sus travesuras.
Beso!

Julieta dijo...

Qué malditos que eran !,pero es cierto también que ninguna persona mayor los paraba ,que hubiera sido lo lógico.Yo en lugar de Alfredo les hubiera devuelto todo lo que le tiraban y así, o ustedes se hubieran ido o a lo mejor hubieran entablado un juego .Creo que no fueron culpables de lo del loquero ,ya tendría algo que no le funcionaba bien ,algún jugador de menos ...

ani. dijo...

Ya lo dije, qué ricuras! Yo que Alfredo hubiera juntado pacientemente toda la basura, y una vez conseguido un montículo de regulares dimensiones lo hubiera depositado (agregando algo de yapa, ya que estábamos) hubiera desparramádolo (?) en el frente o bien el zaguán (qué tiempos aquéllos en que había zaguanes) del alegre vecinito. Todo ello en el más absoluto silencio. A ver quién abría la boca primero.

Menos mal que te no-conocí ya de grande...
Saludos y felicidades, para el pueblog lo que es del pueblog, paz y amor, cobosputocaradenabo (ay se me escapó)

Zobeid@ dijo...

que hijo de puta absinthe!!! jajaja me gustó el relato, un poquito de cosa me dió el cascarrabia, las veces que me quede con las ganas, aunque la de los limones con petardos...que hdp!.
me gustó este perfil literato.
un saludo

Anónimo dijo...

Ahhhh qué hermosa historia

Me gusta leer tus historias de infancia, me transportan a ese momento, como si fuera una observadora pasiva y callada que ve a esos nenes riendose con sus travesuras.

Jota dijo...

Yo hacía lo mismo con una vecina de la planta baja de mi edificio, le tiraba cosas, chiches, muñequitos, maderitas ,algodón mojado... pero un día mi mamá me agarró del brazo, me hizo bajar con ella por el ascensor, tocar el timbre a la vecina, pedirle disculpas y llevarme todas las cosas amontonadas por días. Nunca más lo volví a hacer. Todavía se me cae la cara de verguenza...

sara dijo...

Mis tres hermanos eran iguales de pequeños. También teníamos un vecino, que años después, como mi padre tampoco le daba bola a sus quejas, se le acercó y le entregó una bolsa llena de cosas nuestras. Había hasta una flauta. Yo me divertía, pero no hacía nada, porque no quería que se le agarraran conmigo: yo era la otra cascarrabias que tenían de punto, y muchos dicen que aquellos gritos míos, de grande, los canalicé cantando. Hoy, el más diablo de los tres medita todos los días a las 5 de la mañana, y es más bueno que el pan.
saludos

m. dijo...

pobre hombre. Los niños, bueno, son niños y hasta que no son adultos no entienden del todo, pero la actitud de los padres, la-men-ta-ble. Yo viví en una planta baja y estuve al borde del neuropsiquiátrico. En fin. Así nunca vamos a salir palante eeeeeh.

Princesa Sukimuki dijo...

Ajen! muy buena historia!!!!
(y muy tierna la frase con q cerras el post....está de más decir que yo te cuento como un amigo, aunq solo nos vimos una vez)

Besos!

Daniela Lucena y Gisela Laboureau dijo...

ay que lindo texto!!!

la respuesta de j me encanto!!!

nosotros teniamos un vecino asi, se llamaba don jose. y en mi caso mi mama no decia nada sobre mis travesuras porque ella tampoco se lo bancaba!

Unknown dijo...

pelotazos a una chapa que tenian las rejas del viejo sebastian! como gritaba el viejo!
hasta que un dia no salio y nos dijeron que fallecio... espero que no hayamos tenido la culpa...

bech dijo...

Otra de las ajenjeces que nos hacen sonreir ahora pero seguro que si nos hubiésemos enfrentado vos y yo en el pasado nos habríamos peleado mucho.:)

Ni buena ni mala... dijo...

Genial relato. A los cascarrabias les tenia y les tengo miedo. Que boluda.

Meryl dijo...

Gracias don Ajenjo por regalarnos otro relato de sus épocas de purrete.

Estoy segura de que las acciones contra el pobre Alfredo tuvieron algo que ver en su internación.

Yo tengo unos vecinos insoportables, mil veces peores que los de tu historia, y me dan ganas de cagarlos a escopetazos, aunque lamentablemente no poseo dicho objeto, por lo cual no podré lograr mi objetivo.

Saludos!

El Mostro dijo...

¡Que bárbaros! Después sale en Crónica "Irascible jubilado masacra a niños pelotudos"

Andrea dijo...

Pequeño demonio!!!

Aguilucho dijo...

jajaja!
limones explosivos!
hijos de puta!