Suele sucederme cada vez que leo lo que escribí tiempo atrás. No me conforma, encuentro errores grandes y pequeños, eso, si es que el texto vale la pena, si no, es mejor eliminarlo. Varios me pidieron que rescate el texto que sigue, que apareció hace unos cuantos meses en mi antiguo blog. Podria corregirse, pero así como lo escribí está.
¿Porque Weltklang?
El retazo de ciudad que se ve por el vidrio podría ser cualquier ciudad alemana, pero es Berlín. El chico que juega con un clarinete de cartón junto a la ventana tal vez tenga nueve o diez años. Le gusta la música, y hoy su madre le dará una sorpresa. Un saxofón. Un saxofón nuevo, brillante. Estos años de posguerra fueron duros, pero ella vive por y para el chico, que lleva ya tiempo tocando instrumentos de cartón junto a la radio, así que no dudó un instante cuando vio el pequeño saxo soprano en la vidriera. Los ahorros alcanzaron justo. Lo que sobró apenas alcanza para el tranvía de vuelta y poco mas. Como costear el aprendizaje, ya se verá. No va a faltar un profesor de música que acepte dar clases a cambio de las labores domesticas.
Algunos años después, el chico, que no sabemos el nombre o digamos que no es necesario saberlo, es casi un virtuoso. Tanto con el saxofón como con el clarinete. Sus profesores dicen que tiene futuro, pero se equivocan. No hay mejor disparador para la estupidez adolescente que un desengaño amoroso, y esto fue lo que sucedió. Y con el puñal de la decepción clavado, y la estupidez a mano, abandonó la música, decisión que confirmó vendiendo sus instrumentos, un clarinete y también el pequeño saxofón soprano que su madre le había regalado seis años atrás. El saxo quedó en un estante de un negocio de usados de Berlín Occidental, esperando escapar de su prisión de silencio.
El saxofón junta tierra en su estuche, en el rincón, junto a una pila de ropa sucia. Hace cuatro semanas que Anna no lo toca. Ni una sola nota. Y auque quisiera no podría, porque la boca es un campo sembrado de llagas y tiene las manos hinchadas como globos, gracias a la heroína.
Cuando esté lucida se va a dar cuenta que está harta, y se va a ilusionar con volver a Malmö. Londres no es el mejor de los lugares para una adicta, piensa
-Sin dinero no hay nada- dijo Gorka, casi gritando
-Pero…
-Pero nada, Anna
- Interrumpió Gorka- Sabes como es esto. Yo no soy la beneficencia. Acá siempre hay para que te pinches todo lo que quieras, pero pagas por adelantado
Anna no dijo nada. Gorka agachó la cabeza y se congeló en una mueca de hastío.
El saxo soprano se puede ver en la vidriera de la casa de empeños, tiene un golpecito bajo el tudel y un par de rayones. Anna volvió a lo del vasco Gorka con dinero suficiente. En Malmö hace años que nadie la espera.
El instrumento llegó a mis manos hace unos siete u ocho años. El estuche era apenas un cofrecito de madera con pedazos de espuma sintética. Cuando se abrió y vi el saxo, pensé en una princesa viviendo en una choza. Cuando lo probé, lo que esuché fue un sonido poderoso, enfocado y con cuerpo, aunque los agudos eran (y son) un poco duros y rebeldes a la hora de afinar. La posición de las manos no es la mas cómoda, sobre todo para los meñiques, que nunca llegan a extenderse del todo y el izquierdo está siempre casi pegado al anular. No se que me cautivó, aún antes de probarlo y escucharlo. El cuerpo está arenado y conserva la mayor parte del baño de plata. Tiene la apariencia de lo que es: un saxo soprano con mas de cincuenta años, como una dama que se ve bien, pero que no oculta sus años porque ha sabido envejecer. En la campana tiene un labrado pequeño donde puede leerse “Weltklang”
_____________________________
Aunque no parezca, todos los personajes son uno y el mismo. Todos los personajes son este que escribe.
0 bebieron de esta copa:
Publicar un comentario